martes, 29 de diciembre de 2009

Capítulo 5: La Magia Comienza

Capítulo 05

Un pequeño muchacho de estatura mediana, entra en la calle por el sur. Su rostro estaba manchado de tierra, lo que mostraba lo tanto que había llorado. Colgaba un bolso café, de desgastado cuero viejo. Su vestimenta era extraña. Era de una tela muy ligera, de color negro. Cuando Blodwyn ya había caminado bastante, sacó el mapa que adjuntaba la carta que le había llegado, para verificar su posición. Entró por un pasaje al costado de una tienda de libros usados, que al parecer solía estar vacía. El pasaje, que cada vez parecía hacerse más angosto, daba con una calle amplia, donde había muchísima gente. Todos llevaban túnicas y capas, definitivamente, todos eran magos. El pequeño empezó a recorrer las tiendas una por una, buscando todo lo necesario para el colegio. De pronto, sintió como una mano tocaba su hombro.
-Hola, Blody- saludó cariñosamente Augustus Rosier, su tutor.- veo que compras los materiales para el instituto, ¿no? – Blodwyn asintió
-Me han llamado de Durmtrang- dijo alegremente el chico
-Genial, Blody, no hay mejor instituto que Durmtrang, pero debes tener cuidado, no todos son de nuestro bando. ¿Qué falta aún por comprar?
-Mi varita- respondió el chico.
El mago acompaño al muchacho en la compra de su varita y otros materiales, después de todo, tenía tiempo de sobra, ya que la reunión en la casa de Lestat era en 5 horas.
Entraron juntos a la tienda de varitas “Gregorovich’s”, el mejor confeccionador de varitas de la región. Al entrar, vieron un hombre no tan viejo, de no más de 40 años.
-Bienvenidos, bienvenidos, supongo que es la primera varita del muchacho este.
Blodwyn asintió. El mago se levantó, y empezó a examinar al muchacho, le midió el brazo, y empezó a entregarle varitas para que las probara. La primera, era de espino blanco, 25 centímetros, pelo de unicornio, pero no, no era esa su varita, tampoco la de escama de Kelpy, avellano y corazón de dragón, pero si sucedió algo con un filtro: pelo de Banshee. Era extraño, ya que el chico parecía demasiado tranquilo, y ese filtro debía ser para alguien temperamental. Pero el problema aún era la madera.
-Existe una madera poco común. Es tan rara, que solo en una parte del mundo puede ser encontrada – explico el mago- sólo se encuentra al sur de Sudamérica.
-y… ¿cómo se llama esa madera? – preguntó Rosier.
-Alerce- el mago se levantó de su silla- debe pertenecer… - comenzó a sacar la varita- a alguien que si lo estima conveniente, se deja manipular por los demás, sin olvidar sus propios intereses.

Al salir de la tienda, cuando sólo faltaban cerca de dos cosas por comprar, se sienten gritos. Ambos sobresaltados se dan vuelta, y ven mucha gente correr, y rayos volando por el cielo, definitivamente era otro asalto de Grindelwald.
Blodwyn, que había comprado recién su varita, la toma, y sin pensarlo dos veces, la empuña para defenderse en caso de que algo ocurriera. Él y su tutor comenzaron a correr en dirección a al calle muggle, cuando de pronto, una infinidad de rayos rojos son lanzados en contra de ambos, y de la varita de Blodwyn, nace una burbuja celeste, que envuelve a ambos, y se escucha el grito de asombro de muchos.

Eran cerca de las dos de la madrugada, y la aviación del pequeño chico estaba siendo iluminada por cuatro velas, las que iluminaban cuatro rostros conocidos por el chico, Rosier, Lestat, Moody y Lovegood. El chico escuchó como susurraban entre ellos y asustado Blodwyn pregunta.
-¿Qué ha ocurrido?
-emm…me temo que han asaltado Basov, Blody…Grindelwald- Respondió Moody, un mago gordo y rubio peinado hacia atrás.
-Tu Cave Inimicum fue increíble, Blody- Dijo Lovegood a las espaldas de su abuelo.
-Pero…si yo no hice nada- dijo extrañado el pequeño
-tu varita lo explica todo, Blody- le comenzó a explicar Rosier- El filtro de tu varita es pelo de banshee, no existe material más inestable.
-¿Qué significa que mi varita…sea inestable? – preguntó inquietante Blodwyn.
-Significa que tu varita funciona mejor cuando estás sufriendo una emoción fuerte, en este caso, fue el miedo que sentiste por ser atacado por esas bestias.
Blodwyn no podía entender como su varita actuó sola, sin que él se la ordenara, y menos que el hechizo fue tan poderoso que asombró a todo el mundo. Blodwyn miraba si varita, y no le encontraba ninguna particularidad, la veía como todas las demás varitas. Era negra, con la empuñadura tallada de tal madera que parecía un murciélago. ¿Era posible que él, sin ninguna preparación mágica, realizara un hechizo tan sorprendente? Para él era verdaderamente difícil de entender. De pronto, su abuelo rompió el silencio.
-Bueno Blody, tenemos mucho que ver esta noche…sería bueno que repasaras tus hechizos ahora que tienes varita- terminó Lestat, saliendo de la habitación seguido por los otros tres magos.
Mientras los cuatro sujetos planeaban como derrotar a Grindelwald, el pequeño Blodwyn buscaba su libro de hechizos para comenzar a practicar. Saca de la pila de libros, uno que le llamó la atención, era grande, ancho y negro. En su cubierta, había un dragón dorado. Al abrirlo, descubrió que era el libro que le habían pedido para Defensa Autónoma. Abrió la página con el primer hechizo que recitaba: Expecto Patronum. Cuando leyó en qué consistía, se dio cuenta que era un hechizo para combatir unas criaturas llamadas Dementores, los cuales se alimentaban de los recuerdos felices, y que además para poder encantar el hechizo, se necesitaba pensar en algo feliz. El problema era, ¿qué iba a pensar el chico? No tenía muy buenos recuerdos, a pesar que tenía once años, su vida no había sido para nada feliz, por lo tanto buscó otro hechizo, el cual pudiera practicar fácilmente en su habitación, y el cual le sirviera en un próximo ataque.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Malos Momentos

Nota del Autor:
Porfavor, leer con precaución. La siguiente historia necesita ser leída por personas con criterio formado. Se reitera que esta es una historia de ficción, por tanto, esto jamás ha ocurrido.
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Capítulo 04

Los siguientes 4 años para el pequeño Blodwyn fueron tortuosos, viviendo con un vampiro del cual no sabía nada, solo que su nombre era Lestat, y que además era su abuelo. Todos los días, debía levantarse a las 6 de la tarde, ya que antes su abuelo se la pasaba durmiendo, era lógico. Pero el gran desafío para él, era el comer algo en la casa, ya que él debía hacer las compras, y además cocinarse, ya que su abuelo no era comida de lo que precisamente se alimentaba. En su estadía en Transilvania, conoció a Augustus Rosier, un mago inglés que era su tutor, un mago que según su abuelo, estaba en contra de Grindelwald, como todos los que entraban a su casa para planear quien sabe que cosas todas las noches, mientras él leía libros de magia, ya que su orden era estudiar para no llegar sin conocimiento alguno a su escuela, la que aún no se sabía cual era, ya que aunque su padre había estudiado en Hogwarts, las cartas que llegaban a Transilvania eran las de Durmtrang.
Un día cualquiera, una lechuza de plumaje tan negro como las tinieblas en las que vivía apareció por el horizonte en dirección al castillo.

Blodwyn Lestrange.
Castillo Thepes
Basov fel, Transylvania.


Era lo que recitaba la carta. Al abrirla, Blodwyn tuvo que traducir toda una carta, de la cual entendió lo siguiente:

Señor Lestrange:

Tenemos el agrado de informarle que tiene una vacante en el instituto Durmtrang para magos y brujas. Esperamos que acepte nuestra oferta, y le decimos desde ya que las clases empiezan el día 1 de septiembre. El barco pasa por Transilvania a las 10 de la mañana por el puerto de Basov.

La carta además incluía el listado de libros de primer año, y un mapa de donde comprar las cosas para el instituto. Blodwyn esperó a que su abuelo despertara para poder mostrarle la carta.
-Que interesante Blody, me emociono por ti al saber que estudiaras cerca- dijo Lestat con un tono no muy convincente, de hecho sonaba un poco despectivo. El pequeño Blodwyn ya no soportaba ser ignorado, y lo único que quería era que las clases comenzaran pronto, así que se encaminó a comprar los materiales para el colegio.
Cuando entró a su habitación para recoger su bolso, y vio una mancha de sangre en sus sábanas. En ese momento recordó algo que su mente había borrado.
Veía su pequeño cuerpo de sólo once años recostado apaciblemente en la cama, hasta que en la negrura del escenario aparece su abuelo. El vampiro, se acerca lentamente a la cama del pequeño, donde Blodwyn sueña apaciblemente con sus padres juntos, en algún lugar feliz. Lestat destapa al pequeño Blodwyn, en el momento en que unas gotas de sangre resbalan por sus prominentes colmillos. Vio morbosamente al pequeño niño recostado, descansando, y pasa su mano por la pierna izquierda del pequeño, subiéndola en dirección a sus genitales. Cuando las manos llegaron a su destino, el pequeño niño abrió los ojos, y lanzó un ahogado grito, y el vampiro frenéticamente se levanta de la cama, y en un parpadear de ojos, aparece en tras la puerta de la habitación de Blodwyn.
Blodwyn toma rápidamente su bolso, el dinero, la carta con la lista, y sale rápidamente de la habitación. Sale corriendo del castillo en dirección a un bosque situado al norte del castillo, y se pierde entre los árboles. El pequeño, torturado por sus recuerdos, deja caer el bolso en el piso, y se sienta sobre sus pies, abraza sus piernas, y se larga a llorar, a llorar por todo, por su madre muerta, por su padre desaparecido, por su abuelo con malas intenciones, y por toda la soledad que lo rodea.

viernes, 31 de julio de 2009

Capítulo 3:

La luna asomaba por las ventanas del número 157 de la calle Fleet. Londres recibía al año 1930 cubierto de nieve y en medio del frío que los terribles vientos del sur habían arrastrado.
Desde el norte, una pequeña figura volaba hacia la casa. Se trataba de una lechuza marrón, con las plumas de las alas veteadas en negro, lo que le confería un aspecto sucio; su pico se cerraba como tenaza sobre una carta.
Alucard abrió la ventana para hacerla pasar, al tiempo que Blodwyn, escaleras arriba, recién despertado. Ya era costumbre para él dormir de día y estudiar de noche, pues se ajustaba al horario vampírico de su padre, que no podía exponerse al sol como cualquier muggle.
El pergamino crujió al ser desdoblado por las impacientes manos de Alucard, quien quedó estupefacto ante el contenido de la carta:

Sr. Alucard Caelicus Lestrange:
Mi querido amigo, tengo la desagradable tarea de anunciarte la terrible muerte de mi hija, tu ex esposa, Agnes Lioncurt. Cygnus Black (sí, Alucard, para variar, otro Black) la asesinó en la última batalla que se libró contra Grindelwald.
En el probable caso de que decidas vengar su muerte, debo pedirte un favor: no dejes solo al niño. No está en mí poder decidir si es oportuno que Blodwyn reciba la noticia, pero si decides partir en busca de sangre Black, puedes traérmelo. Me haría cargo de él y su educación gustoso.
Recuerda: camino a Brasov, Transilvania.


Espero que decidas con sabiduría,
Lestat Lioncurt.


Una lágrima recorrió el pálido rostro de Alucard cuando terminó de leer la carta. La única a quien Alucard había amado… estaba muerta, asesinada por un inmundo Black. ¡Un Black! Como si ya no odiara lo suficiente a esa maldita familia.
Era definitivo, se vengaría, bebería la sangre de ese desgraciado gota a gota. Le arrancaría la vida tal y como él se la había robado a Agnes. Pero no podía olvidar que la petición de Lestat era justa, y que el pequeño Blodwyn, de apenas siete años, no podía ser espectador de aquellos atroces actos.
Los pasos del niño sacaron a Alucard de tales pensamientos.
- ¿Qué sucede, padre? –preguntó inquietamente al verlo afligido.
- Sube a tu habitación –ordenó él, recomponiendo su semblante-, es hora de estudiar.
Unos minutos después, Alucard fue tras él. No sabía cómo explicarle que su madre había muerto, le ponía los pelos de punta. Al entrar a la habitación, se quedó un rato mirando al pequeño; escribía en un pergamino con gran esmero, a la escasa luz de unas velas, ya que las gruesas cortinas rojo sangre mantenían la luz de la luna nocturna afuera. Alucard cerró los ojos, e incapaz de soportarlo más, se escuchó decir: “Tu madre ha muerto”.
Blodwyn, que se había puesto de pie al entrar su padre a la habitación, sintió como todo el peso de su cuerpo caía de golpe a sus rodillas… La mujer que lo había cargado en su vientre durante nueve meses, que no lo había visto más que al alumbrarlo ahora yacía muerta en algún lugar del globo. Blodwyn no entendía por qué se sentía así, si nunca había sentido muchas cosas por aquella mujer, su padre era el que siempre estaba a su lado.
- Mañana mismo –anunció el padre con severidad, volviendo a serenarse un poco- viajamos a Transilvania.

Dieron las siete de la tarde y Blodwyn se levantó rápidamente. Con ayuda de su padre, guardó su ropa y algunas de sus pertenencias más preciadas en una maleta vieja, y siguió a su padre en una presurosa caminata, enfilada hacia el norte por St. John.
Caminaron largo rato amparados en las sombras de los edificios, hasta llegar a un terreno baldío. Alucard se volvió hacia su hijo:
- Cuando te lo indique, caminarás tres pasos, te tomarás de mi brazo y girarás conmigo sobre tu pie derecho.
El niño asintió.
Ambos giraron como Alucard había indicado, y, tras soportar una terrible y desesperante presión, se vieron en otro lugar: un camino de tierra que recorría una empinada montaña. El cielo nublado se cernía sobre ellos.
Avanzaron lentamente, topándose de vez en cuando con arbustos secos que les dificultaban el paso y conferían al paisaje un aire aún más desolado.
Pasado un largo tiempo, y cuando estaban ya fatigados por la caminata vieron un enorme castillo rodeado de árboles, coronando la cima de la montaña. Algo más animados, apretaron el paso hasta las labradas verjas del portón, que se abrieron solas para dejarlos pasar, y se cerraron tras ellos una vez estuvieron dentro.
Caminaron por el jardín frontal del castillo, con la vista fija en la pesada puerta, de madera oscura y gruesa. Lucía en el centro una hipnótica figura: se trataba de una aldaba de hierro con forma de cabeza de demonio, un demonio con expresión feroz y furiosa, cuernos sobre la cabeza y unos largos y sanguinarios colmillos sobresaliendo de sus labios, contraídos en una espantosa mueca.
Alucard usó la argolla para llamar, sin reparar demasiado en la figura que tenía absorto a su hijo, pero no obtuvieron respuesta audible. Entonces sonó un chasquido, y la puerta se abrió lentamente; de las sombras surgió una pálida y alta figura. Su piel era tan blanca como la de Alucard, y su pelo, albo y hasta los hombros estaba sutilmente peinado hacia atrás, afilando aun más sus angulosos rasgos.
- Esperaba su llegada –dijo el vampiro, abrazando a Alucard.
- Buenas noches, Lestat… Decidí traerte al niño apenas leí la carta, y no dudo en ir a pelear por Agnes –respondió él con un tono verdaderamente melancólico, algo impresionante para Blodwyn, ya que su padre, siempre con el rostro severo, parecía ser una persona fría y sin debilidades.
- No te preocupes. Has decidido bien muchacho –contestó Lestat, y luego se volvió hacia el chico-. Tú debes ser Blodwyn, ¿verdad? –el niño asintió-. Yo, querido mío… soy tu abuelo.

viernes, 24 de julio de 2009

Capítulo 2: Extractum Verto ad Lopus

Capítulo 2:

- Soy… Arcanus Gaunt –dijo el extraño hombre.
Una incontenible fuerza impulsó las manos de Alucard, que se cerraron en torno al cuello del joven. Con furia lo arrojó contra una de las paredes del pasillo, donde su cuerpo resonó sordamente. La puerta de calle se cerró por arte de magia, y el asustado hombre miró a Alucard desde el suelo.
- ¡Te han enviado los Black! ¿Verdad? –espetó Alucard levantándolo del suelo y estampándolo en la pared- ¡Confiesa, pedazo de mierda! –chilló golpeándolo insistentemente contra la muralla.
- No señor –repetía Arcanus, suplicante-. Soy un Lestrange, como usted. Por favor, créame.
- ¡Mientes! –gritó Alucard- Los Black y los Gaunt son parientes. ¿Cómo vas a ser Lestrange y estar mezclado con esas… cosas?
- Señor, por favor… Soy Arcanus Gaunt Lestrange –dijo él con un hilo de voz.
Con furia, Alucard aventó al joven contra la puerta, y lo amenazó con voz peligrosa, apuntándole con la varita:
- Si no te vas en este instante, o me dices quién eres de verdad, te mataré.
- Señor, escúcheme, le digo la verdad ¿Cree usted que si yo no fuera un Lestrange –preguntó sacando un colgante de entre sus extrañas ropas- tendría esto?
Ese símbolo… Alucard lo conocía bien. Eran una línea vertical rodeada por un círculo, dentro de un triángulo: el símbolo de las Reliquias de la Muerte. Y no sólo eso, de cada punta del triángulo nacía un dragón. Era el escudo Lestrange.
- ¿Cómo…? –balbuceó Alucard anonadado, pero recuperó el tono agresivo de inmediato-. ¿Cómo mierda conseguiste eso?
- Soy un Lestrange –explicó él, sosteniendo el colgante, aparentemente de oro goblin, con una mano-. Obviamente, esto no existe aún, pero pronto estará en manos de su hijo…
- ¿Cómo sabes de mi hijo? –interrumpió el vampiro a la defensiva.
- ¿De Blodwyn? Soy su bisnieto, señor.
- ¿Cómo puedes ser el bisnieto de mi hijo, si apenas tiene cuatro meses de vida? –preguntó Alucard en los límites de su paciencia.
- Vengo del futuro, señor…
- ¡Vasta ya de mentiras! –explotó Alucard y apuntando a Arcanus directamente entre los ojos exclamó- ¡Legeremens!

Arcanus estaba de pie en el abarrotado sótano de la casa… Pero qué extraño, si Alucard, que acababa de mudarse, lo tenía vacío. El joven caminó hacia un viejo cofre que había llamado su atención… “El cofre de Lestat” recordó el vampiro al verlo.
Arcanus lo abrió, revelando un revuelto contenido. Alucard ahogó un grito al reconocer su propia varita ¿Cómo podía esa varita estar ahí si él la tenía en la mano en ese momento?, También había una muy llamativa: negra, con un murciélago revelando sus colmillos tallado en el mango.
Arcanus extrajo entonces un gran pergamino con el dibujo de un árbol genealógico, firmado por la letra solemne de Paulo Lestrange Peverell, nombre que dejó al vampiro sorprendido ¿Quién era él?. Pero eso no era lo único extraño del árbol: de la rama con el nombre de “Alucard Caelicus Lestrange” descendía “Blodwyn Armand Lestrange”, de él “Roran Nergal Lestrange” y de la hija de éste, “Helena Lumoria Lestrange”, el tal “Arcanus V.A.B. Gaunt”.
¿Pero cómo era posible? ¿Acaso Arcanus tenía razón, y lo que veía eran sus recuerdos traídos desde el futuro? Y por fin Alucard comprendió: “Arcanus, el que conoce el futuro”. Aunque le costaba creerlo, al parecer Arcanus sí era su tataranieto…

De pronto, una mano en su espalda comenzó a arrastrarlo hacia atrás, y el sótano se desvaneció. Alucard aterrizó en la realidad tambaleándose y afirmado de una pared para no caer.
Ya todo estaba claro para él.

jueves, 23 de julio de 2009

Capitulo 1: El Comienzo

Capítulo 1:

Era una extraña mañana de verano en Londres; el frío infernal y la lluvia empañaban aquel 3 de Julio de 1923.
Agnes Lioncurt se sumía en la desesperación sabiendo que daría a luz a un niño que no iba a querer. Alucard Lestrange, consciente de que debía asumir pronto su rol de padre, apretó el paso hacia su hogar.
Caminaba hacia el sur por St. John y en una esquina, frente a la tienda de pasteles de carne, vio a un extraño personaje encapuchado, su capa negra ocultaba parcialmente vestimentas raras, de extraños colores. Una mano delgada sujetaba la capa, dejando ver una manga morada. Apurado, Alucard trató de caminar lo más rápido posible, para llegar lo más pronto que pudiera al número 157 de la calle Fleet.
La escena que descubrió al entrar era perturbante. El bebé yacía en el suelo en medio de un charco de sangre, y detrás de él, con las piernas aun abiertas, su madre besaba lujuriosamente a su mejor amiga, Carmina Sanguina. Sin detenerse en estos detalles, Alucard tomó al bebé y lo llevó al baño, para vestirlo con las ropas negras heredadas de su abuela Pandora.

Los primeros días de Alucard como padre fueron horribles.
En noche de brujas, miles de muggles alrededor del mundo se disfrazaron de magos, brujas, lobos y vampiros. Alucard los odiaba, pero sabía que debía soportarlos, ya que escapar de Grindelwald era más importante que una tropa de niños.
Unos golpes estrepitosos en la puerta interrumpieron tales cavilaciones; Alucard dejó al pequeño Blodwyn en su carro, en la cocina, y fue a abrir.
- ¡¿Dulce o travesura?! –preguntaron efusivos dos niños disfrazados de monstruos.
- Pasen niños, adelante. Tengo muchos dulces para ustedes –invitó Alucard amistosamente, comprobando que en la calle nadie vigilara la distorsionada escena. Una vez adentro, los condujo por un pasillo hacia una puerta.
El pequeño Blodwyn jugaba adorablemente con su saliva cuando unos destellos verdes por bajo la puerta le hicieron saltar. Acto seguido, su padre entró en la cocina con dos jarrones llenos hasta el tope de sangre.
Llamaron de nuevo a la puerta. Alucard, ya cansado de los muggles pidiendo dulces, fue a abrir nuevamente. Se encontró enfrentado entonces con aquel hombre raro de la esquina, que algunos meses atrás había llamado su atención. Ahora mostraba su cara.
Una cara de facciones finas, ojos con profundas ojeras y pelo negro revuelto. La capa que antes le había ocultado ahora caía por sus hombros, y dejaba a la vista una polera rayada y pantalones de gruesa tela negra, extraños por donde se los mirase.
- Buenas noches, señor –saludó el extraño.
- Buenas noches… ¿quién eres tú? –preguntó el mago, despectivo.
- Soy…Arcanus Gaunt.